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"No quiero ir a trabajar"

  • Foto del escritor: Rosana
    Rosana
  • 3 dic 2018
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 4 dic 2018


Un cliente vino con el "no me dan ganas de ir a trabajar".


En su caso, producto del enojo, porque consideraba que no lo tenían en cuenta, que no lo escuchaban, que siempre era lo mismo. Y él contaba que ya había intentado hablar, y nada cambiaba: no valía la pena.


Pero, teniendo o no razón, al final, esas justificaciones no le resolvían el problema que tenía. Y, dejar de trabajar no era una opción.


Al siguiente encuentro, tiempo de por medio (el cual baja la intensidad de cualquier emoción), estando más tranquilo, y hasta casi contento, lo primero que me contó es que había detectado la situación que le disparó ese enojo. Ya no era una generalización "todo mal", "nadie me escucha", "todo es injusto", sino un tema particular, con una persona, y sobre determinado aspecto que tenían que coordinar. Y entonces, ya no era tan grave como para no ir a trabajar.

Es más, se dio cuenta que lo que necesitaba, lo podía resolver de otra manera.


Darnos cuenta de que tenemos otras opciones, muchas veces requiere que primero cambiemos nuestra emoción, que nos permita descubrir alternativas distintas, para una situación particular.


 
 
 

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